Esta es la historia de un joven miraflorino de veinticinco años que soñaba con ser escritor. Una noche, en su habitación, mientras trataba de escribir la que podría ser su obra maestra, escuchó los maullidos de un gato - No, no los del parque Kennedy -. Se acercó a la ventana, fijó su mirada en dirección a la casa de al lado y en medio de la oscuridad descubrió al felino.
- ¡Fuera de acá, gato inmundo! - Vociferó mientras batía los brazos tratando de ahuyentarlo.
Aturdido, intentó continuar con su cuento. Al instante, el maullido retornó. Sin duda el minino le había declarado la guerra. Desesperado, el hombre cogió lo primero que encontró: un pisapapeles -regalo que su abuelo le dejó antes de morir-. Olvidándose del gran valor sentimental que el objeto guardaba, se lo lanzó al animal. El silencio se apoderó del lugar y los maullidos desaparecieron al igual que su inspiración.
A la mañana siguiente, mientras desayunaba, le contó lo ocurrido a su madre. La mujer le aconsejó ir en busca del objeto perdido la noche anterior, pero, misteriosamente, no había rastros del gato ni del pisapapeles.
Diez años más tarde, el ya ilustre escritor, se había trasladado a París y en sus ratos libres se dedicaba a visitar tiendas de antigüedades. En uno de sus tantos recorridos entró a un local donde no había estado antes. La gran cantidad de objetos era asombrosa, estaba maravillado. En eso, algo lo dejó atónito. Era imposible que el pisapapeles estuviera en uno de los estantes, pero ahí estaba, frente a sus ojos. Inmediatamente buscó al dueño de la tienda y comenzó a interrogarlo. La respuesta del hombre lo paralizó.
- ¿Qué, no se acuerda de la noche que lo lanzó por su ventana?
FIN
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