En el verano del 90’, el ilustre y reconocido periodista, Eloy Jáuregui, que trabajaba en la revista Caretas, quiso averiguar por qué los pacientes del hospital para enfermos mentales Víctor Larco Herrera se estaban muriendo. Como el ministro de salud le negó la entrevista no tuvo mejor idea que camuflarse como un interno. A la mañana siguiente, muy temprano, estaba en la cola del hospital. El wachimán le preguntó la razón de su visita.
– Quiero matar a mi padre porque es aprista – respondió.
Pagó 3 nuevos soles y ya estaba internado. En el zapato había escondido su documento de identidad y carnet de periodista, pero esa misma noche lo asaltaron los locos y le quitaron todos los papeles. Ya no podía probar que solo estaba ahí para realizar un informe periodístico. Asustado y sin probar alimento se dio cuenta que estaba rodeado de personas que más parecían animales. La primera noche durmió en un arenal porque se rehusó a entrar al pabellón. “La locura es el último nivel de los seres humanos”, pensó tras ver que comían excremento. En los siguientes descubrió un pabellón para terroristas. Además, debido a la huelga, los enfermeros se llevaban las cosas, medicinas y alimentos del hospital. Ya había reunido toda la información que necesitaba, quiso salir pero era imposible. Cada intento por escapar era infructuoso.
– No estoy loco, soy periodista – gritaba.
Mientras algunos narcos entraban a vender drogas a los enfermos y aprovechando el pánico, logró escapar. Desesperado, subió a una combi. Y, como si el cobrador hubiese sido testigo de esos tres últimos días en el manicomio, dijo alzando la voz: “Paga, paga. No te hagas el loco”.
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